jueves, 3 de marzo de 2011

Mi cómplice mudo...

Es el cómplice de todas mis historias, el compañero de tantos viajes hacia lo desconocido, el partícipe de mil y una anécdotas vividas sobre papel, algo aparentemente simple que me hace pensar con sinceridad, el autor de todos mis garabatos...
Una forma de no caer en la eutrapelia, una forma de vivir soñando sin tener el deber de volver a la monótona y hastiada sociedad, una forma de evadirse de la cruda realidad.
Algo tan inocente que es capaz de hacer volar incluso al más indolente de este mundo, un pasaje hacía los mundos mas insospechados de nuestra mente.
Un bolígrafo, definido como un instrumento para escribir que tiene en su interior un tubo de tinta especial y, en la punta, una bolita metálica que gira libremente… una definición tan indiferente como desapasionada, tan fría como insensible, pero al fin y al cabo es la definición de una persona que no lo ve como yo lo veo, con ese sentimiento propio de la complicidad más intensa.
Un objeto de unos 15 centímetros, negro con remaches plateados, con una inscripción grabada en el lateral y una almohadilla para que la escritura resulte más holgada.
Un elemento que me ha ayudado bastante a aclarar mis ideas, esas que no hacen más que cambiar de lugar en los pensamientos, esas que están plasmadas en un trozo de papel que jamás abandonaré, una libreta indivisible de un bolígrafo mágico, una libreta en la que reside toda mi vida.
Papel y tinta, algo tan despreciado por unos y tan alabado por gente como yo, una vía de escape de la realidad, un salto hacia las nubes más dulces, un pequeño empujón hacia la felicidad…

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