Primer llanto de mi vida… acabo de nacer, supongo que esto es lo normal… lágrimas de incertidumbre, miedo, alegría y… ¿esperanza? No, no lo creo… por desgracia he nacido en Sudáfrica, y para colmo, soy una niña.
Sí, Sudáfrica; ese lugar tan “alegre” que se vistió de gala para el mundial de fútbol, ese en el que los niños no hacían más que jugar al fútbol y hacer sonar la vuvucela, y ese en el que millones de niños como yo han muerto por beber agua no potable y por llevar semanas sin echarse nada a la boca… ese lugar que según los ojos que lo miren puede ser mágico o infernal…
Poco a poco intento abrir los ojos, pero mi llanto no cesa ni un segundo, comienzo a ver algo, pero todo es muy turbio… no consigo diferenciar a nadie, sin embargo siento muchas caricias, noto el calor y el cariño de alguien que me debe de querer mucho… al fin consigo distinguir un poco más las cosas… entonces la veo, es ella. Mi madre me sostiene en sus brazos, cerca de su pecho, de su corazón… ese que durante tanto tiempo ha sufrido burlas, acosos y humillaciones, simplemente por el hecho de ser mujer, el que una vez se rompió por la culpa de aquel hombre que le obligó a hacer lo que ella no quería, la trató con desprecio, como si ella no sintiera, y ahora a mí, me toca llamarle “papá”.
Aquí las violaciones suceden cada día, la gente no se preocupa de ayudar a los demás, con sobrevivir cada día tienen suficiente… y si para eso tienen que pisotear a otras personas lo hacen… al fin y al cabo es lo que les han metido en la cabeza desde ahí arriba, los gobernantes nada más se preocupan de llenarse el bolsillo, y si nosotros nos morimos de hambre, ellos miran hacia otro lado… es lo que llevan haciendo desde hace muchísimo tiempo, y claro, los demás gobiernos no van a oponerse a este trato, sino los que salen perdiendo son ellos… y a nadie le conviene perder, es más sencillo no enterarse de nada y sonreír en las fotos oficiales.
¡Uy! ¿Qué me está pasando? Me encuentro muy mareada, y he perdido las pocas fuerzas que tenía. Oigo a alguien chillar… sí, es la voz de mamá. Parece muy nerviosa. No entiendo lo que pasa. Se me cierran los ojos y no puedo abrirlos. Alguien no para de moverme y eso me molesta mucho. No puedo respirar, me estoy ahogando. Quiero chillar: ¡Mamá ayúdame! No sé donde estoy. Me he quedado dormida. ¿Una pesadilla? No, no lo es. Ojalá lo fuese. Adiós mamá…
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